Bohemio desahuciado

El bohemio ahuecaba la almohada con ahínco y vehemencia. Estaba exhausto, pero el sueño se había ahuyentado. Ahogado en alcohol, se sentía malhumorado; como un rehén de ese ahí y ese ahora tan inhóspitos. Anhelaba deshacerse de la barahúnda de cohibiciones e inhibiciones que llevaba adheridas desde la prehistoria.

Sintiéndose desahuciado, entre agitadas inhalaciones y exhalaciones comenzó a enhebrar exhaustivamente la retahíla de opciones: ¿Me ahorco? No, la soga se puede deshilachar, qué deshonra. ¿Me ahogo en la bahía? Ahora no, después del deshielo. ¿Morir ahumado? Me rehúso, quién deshollinará después.

Las ideas coherentes le rehuían, se sabía inhábil para exhortarse a sí mismo a exhalar su último suspiro y ser inhumado. De pronto un búho ululó desde la buhardilla y voló cual exhalación: un cohete con plumas. El bohemio dio un respingo y entendió que no debía seguir ahondando en sus penas. Cerró los ojos y visualizó al búho aprehendiendo su tristeza como haría un malhechor con alhajas prohibidas, desvaneciéndose con ella como el vaho de los vehículos, ahorrándole vahídos y desheredándolo de llantos.

Se dio la enhorabuena y se levantó. Como prueba fehaciente de su rehabilitación comió zanahorias con mahonesa de albahaca y cacahuetes. Y al oler el azahar y el alhelí, se sintió por fin cohesionado de nuevo con la vida.

4 comentarios:

Peque dijo...

Muy buheno. Por fin estás de vuhelta.

Peque dijo...

Muy buheno. Por fin estás de vuhelta.

Roberto dijo...

Gracias Peco ;-)

El conocimiento es un amigo mortal dijo...

Hola Roberto:

Con la misma intención escrutadora, los hombres han consultado todo género de fenómenos en la creencia de que podían anticipar los acontecimientos futuros: las entrañas de los animales, el vuelo de las aves, sus prpios sueños. Si Spinoza no se equivoca, esta costumbre es una prueba de la ineptitud del hombre para adentrarse en las profundidades de su corazón y extraer de él la luz que iluminaría su camino. Se diría que la libertad es el reverso de la sabiduría y que, por ello, el destino humano ha de ostentar en todo momento una figura enigmática. En su corazón halla el hombre a la vez, como en un capcioso jeroglífico, el misterio y la clave. Poco importa entonces hacia dónde dirija la mirada con tal de que se mire. El aleteo del buho o su mirada son en realidad tan esclarecedores como el propio corazón: jamás podrán dilucidar el secreto de la vida. La búsqueda resulta aquí mucho más significativa que el hallazgo, pues es suficiente con buscar para que se abra de alguna manera el camino...

Un abrazo fuerte.