Confianza

La vio, y un segundo después estaba perdidamente enamorado de ella. Supo en ese instante que estaba ante la mujer de su vida y que su destino era estar juntos para siempre. Tras unos pocos minutos de conversación a él le pareció como si la conociera de toda la vida, que era su otra mitad y que ya nada podría separarlos. Se sentía tan cómodo a su lado que, con la confianza de quien tiene treinta años compartiendo un lecho matrimonial, sin pensarlo siquiera, dejó escapar una sonora flatulencia.
Lo último que vio de ella fue una mueca de asco antes de que se largara para siempre de su vida.