Historia de amor

Yo no la quería. Vamos, que ni siquiera me gustaba. Sin entrar en detalles sobre su físico o su personalidad, solo quiero dejar claro que no me atraía en lo absoluto. Pero ella se enamoró de mí; cosas que pasan. Y comenzó a tratar de conquistarme a como diera lugar. Averiguó mis gustos y cada día me hacía vivir una sorpresa diferente: entradas de primera fila para partidos de béisbol, pases para el backstage en los conciertos de mis artistas favoritos, y así miles de regalos y atenciones. Todos rechazados, por supuesto. Demostrando una tozudez de campeonato, ante cada negativa de mi parte, más se empecinaba ella en su plan de conquista. Un día en que el ahogo se hizo insoportable le pedí a todo grito que me dejara en paz, jurándole que jamás la iba a querer, hiciera lo que hiciera. No te lo vas a creer, pero ocurrió que al despertar al día siguiente estaba perdidamente enamorado de ella. Sentía una urgencia febril de tenerla entre mis brazos, de besarla, de hacerle el amor. Salí corriendo a buscarla, muy consciente de lo extraño de ese amor repentino. Y más inquietante aún era que al mismo tiempo la seguía odiando por los meses que viví acosado por ella. Comenzamos nuestro idilio aquella mañana en que me recibió en su casa. Yo como el hombre más enamorado de la tierra, y ella como una mujer feliz, no solo por ser correspondida, sino por ver resuelto su capricho. Durante nuestro tiempo juntos yo viví internamente mi dualidad de sentimientos. Tenía momentos en que el odio y la repulsión afloraban, pero al intentar manifestarlos el amor se interponía y me hacía besarla, acariciarla o escribirle un poema. Desconfiado, me puse a investigar y pronto confirmé mis sospechas: ella me había echado una brujería. El hechizo fue efectivo al implantar un amor irracional y duradero dentro de mí, pero falló en que no removió de mi corazón los sentimientos negativos por mi amada. Este descubrimiento hizo que la odiara aún más por su bajeza, así que comencé a tramar un plan para ajustarle las cuentas. Intenté vengarme de diferentes maneras, pero fue imposible: ¿cómo se le hace daño a la persona que amas por encima de todo? La respuesta a esta pregunta me llegó una noche en que al acostarnos comencé a besarla apasionadamente (como todas las noches) pero ella me detuvo. Me dijo que se sentía cansada y que no estaba de humor, se giró y se quedó dormida de inmediato. A partir de entonces di rienda suelta a mi amor por ella. Si estábamos juntos, yo intentaba besarla y acariciarla sin importar dónde o con quién estuviéramos. La llamaba cada diez minutos al trabajo para decirle palabras dulces de amor. A cada oportunidad que tenía le intentaba hacer el amor. Colapsé su muro de facebook con imágenes románticas. Me subía a la mesa en los restaurantes para gritar a todos que amaba a esa mujer. Atesté la casa de flores, globos y peluches hasta el punto en que casi no se podía caminar.

Así fue como consumé mi venganza, agobiándola de amor hasta volverla loca.

El error que cometí fue pensar que cuando se hartara de mí cancelaría el hechizo. Pues no. La muy maravillosa lo que hizo fue largarse sin despedirse. Desde entonces ando vagando en su búsqueda, con el corazón destrozado.