Accidente

El autobús quedó destrozado, los pedazos de carrocería desparramados en un radio de unos veinticinco metros. Y entre los restos metálicos, la gente. La mayoría se estaba poniendo en pie y algunos auxiliaban a los que se quejaban por contusiones o huesos rotos. No hubo muertes, tan solo la conmoción colectiva y, retumbando en los oídos de los pasajeros, las palabras del chófer “suba, suba, que sí cabe” que se escucharon unos segundos antes de la explosión causada al cerrar la puerta de golpe.

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Con este microrrelato tuve el honor de participar en el Vendaval de micros 2011. Haz clic en el enlace para conocer más de esta excelente y exitosa iniciativa. Y hasta me dieron un diploma, mira: