Horario de invierno

Lo empezó a hacer desde muy joven: cada vez que tocaba atrasar una hora el reloj, él discretamente restaba sesenta y un minutos. Y en el ajuste de primavera lo adelantaba solo cincuenta y nueve, como quien no quiere la cosa. Por eso pudo, después de mucho tiempo robándole dos minutos al año, seguir charlando como si nada con sus hijos y nietos durante un par de horas después de exhalar su último suspiro.

Infantes infames 2 - Aprendiendo a hablar

“No quiero que no agarren mi peluche” suelta la niña de cinco años.
El padre corrige: “Se dice No quiero que agarren mi peluche, o No quiero que nadie agarre mi peluche”.
Morros de desaprobación.
El padre insiste: “Hijita, tengo que corregirte para que aprendas a hablar bien”
“Ya yo sé hablar bien, papá, no necesito que no me digas nada”.

Reseña: Con los pies en la tierra

Qué:
Coipiediperterra (Con los pies en la tierra)
Una pareja de recién casados italianos tuvo más o menos esta cadena de pensamientos: Tengo un mes de vacaciones >> Demos una vuelta por Sudamérica >> Pero en un mes no vemos nada >> Necesitaría pedir tres meses de permiso en el trabajo >> Pero no me lo darán >> ¡Renuncio y damos la vuelta por el mundo sin límites de tiempo! >> Y compartimos la experiencia en un website.

Dónde:
http://www.coipiediperterra.com/wp/

Quién:
Alessandro y Elisa (Eli y Ale) viven cerca de Verona, Italia. Él, arquitecto y fotógrafo. Ella, ha vivido en cuatro continentes y habla italiano, inglés, español, francés, chino, algo de alemán y un poco de árabe. Entre los dos suman más de 50 países visitados. La mayoría de ellos antes de conocerse, por lo que ahora han decidido lanzarse juntos a pasear el mundo fuera de rutas turísticas para tratar de encontrar lo auténtico de cada región y sus habitantes.

Por qué:
Alessandro es un tío estupendo que tiene la sensibilidad artística adecuada: te puede hablar de arte (sobre todo arquitectura y fotografía) de manera muy interesante y accesible sin llegar a los extremos de un bohemio perdido en su nube poética. Puedes ver fácilmente su pasión por las cosas que le gustan nada más escucharlo hablar de sus viajes.
Elisa es encantadora, tiene sed de aventura y no tiene miedo a nada.
Juntos van a hacer algo que muchos de nosotros deseamos pero no hacemos: pondrán sus sueños por delante de su estabilidad y seguridad económicas. Dejan sus trabajos y se van a recorrer el mundo, con una ruta trazada pero viva, que se adaptará al viaje según este se vaya desarrollando. Salen a compartir la emoción de descubrir (o redescubrir en algunos casos) nuevas culturas, nuevas filosofías, nuevos puntos de vista sobre la vida. Y quieren hacerlo lentamente, evitando aviones hasta donde se pueda, porque lo importante no es el destino, sino el camino.
Siguiendo esta bitácora web podremos vivir sus experiencias, dejar nuestros comentarios o recomendaciones (los dos hablan español) y, quien sabe, quizá hasta encontrarlos si por azares de la vida su camino pasa por donde nos encontremos en ese momento.

Por qué (quizá) no:
Todo en la web está en italiano. Así que quizá necesites tirar de algún diccionario o traductor. Estas herramientas seguramente te ayudarán a entender la idea, pero le quitarán parte de la magia a la historia.
Si no te gustan los viajes, o si no te gusta la gente auténtica y fiel a sí misma que parece ser más feliz que tú, este sitio no es para ti.

Cuándo:
La bitácora web comenzó a funcionar en julio de 2012, explicando antecedentes y preparativos. El viaje propiamente dicho empezó a finales de septiembre. Al momento de publicar esto llevan unas tres semanas de recorrido, han tocado cuatro países y ya han cruzado el Atlántico en barco.

Cómo:
Entra y conoce a los protagonistas tal como son hoy, quédate con su cara del “antes”. Camina el mundo con sus piernas, mira los lugares y personas a través de sus ojos (y fotografías). Vive y experimenta con ellos. Y cuando la travesía llegue a su fin, no sabemos dentro de cuánto tiempo (ni nos importa realmente), descubre cómo han cambiado ellos y cómo has cambiado tú. Todos seremos las mismas personas, pero diferentes: enriquecidos después de recorrer el mundo con los pies en la tierra.

La breve historia de un hombre que aprendió a levitar

Se trasladaba felizmente de un sitio a otro sin esfuerzo, flotando a un palmo del suelo. Dejó de hacerlo cuando se percató de que no dejaba huellas.


Infantes infames

“Estoy llena” dice la niña mirando su plato a medio comer.
La madre responde: “Oh, entonces no podrás comer helado de postre. Si no te cabe la pasta, tampoco te cabe el helado”
“El helado sí me cabe, porque se derrite cuando me lo como”

Historia de amor

Yo no la quería. Vamos, que ni siquiera me gustaba. Sin entrar en detalles sobre su físico o su personalidad, solo quiero dejar claro que no me atraía en lo absoluto. Pero ella se enamoró de mí; cosas que pasan. Y comenzó a tratar de conquistarme a como diera lugar. Averiguó mis gustos y cada día me hacía vivir una sorpresa diferente: entradas de primera fila para partidos de béisbol, pases para el backstage en los conciertos de mis artistas favoritos, y así miles de regalos y atenciones. Todos rechazados, por supuesto. Demostrando una tozudez de campeonato, ante cada negativa de mi parte, más se empecinaba ella en su plan de conquista. Un día en que el ahogo se hizo insoportable le pedí a todo grito que me dejara en paz, jurándole que jamás la iba a querer, hiciera lo que hiciera. No te lo vas a creer, pero ocurrió que al despertar al día siguiente estaba perdidamente enamorado de ella. Sentía una urgencia febril de tenerla entre mis brazos, de besarla, de hacerle el amor. Salí corriendo a buscarla, muy consciente de lo extraño de ese amor repentino. Y más inquietante aún era que al mismo tiempo la seguía odiando por los meses que viví acosado por ella. Comenzamos nuestro idilio aquella mañana en que me recibió en su casa. Yo como el hombre más enamorado de la tierra, y ella como una mujer feliz, no solo por ser correspondida, sino por ver resuelto su capricho. Durante nuestro tiempo juntos yo viví internamente mi dualidad de sentimientos. Tenía momentos en que el odio y la repulsión afloraban, pero al intentar manifestarlos el amor se interponía y me hacía besarla, acariciarla o escribirle un poema. Desconfiado, me puse a investigar y pronto confirmé mis sospechas: ella me había echado una brujería. El hechizo fue efectivo al implantar un amor irracional y duradero dentro de mí, pero falló en que no removió de mi corazón los sentimientos negativos por mi amada. Este descubrimiento hizo que la odiara aún más por su bajeza, así que comencé a tramar un plan para ajustarle las cuentas. Intenté vengarme de diferentes maneras, pero fue imposible: ¿cómo se le hace daño a la persona que amas por encima de todo? La respuesta a esta pregunta me llegó una noche en que al acostarnos comencé a besarla apasionadamente (como todas las noches) pero ella me detuvo. Me dijo que se sentía cansada y que no estaba de humor, se giró y se quedó dormida de inmediato. A partir de entonces di rienda suelta a mi amor por ella. Si estábamos juntos, yo intentaba besarla y acariciarla sin importar dónde o con quién estuviéramos. La llamaba cada diez minutos al trabajo para decirle palabras dulces de amor. A cada oportunidad que tenía le intentaba hacer el amor. Colapsé su muro de facebook con imágenes románticas. Me subía a la mesa en los restaurantes para gritar a todos que amaba a esa mujer. Atesté la casa de flores, globos y peluches hasta el punto en que casi no se podía caminar.

Así fue como consumé mi venganza, agobiándola de amor hasta volverla loca.

El error que cometí fue pensar que cuando se hartara de mí cancelaría el hechizo. Pues no. La muy maravillosa lo que hizo fue largarse sin despedirse. Desde entonces ando vagando en su búsqueda, con el corazón destrozado.

TE DEJO

Tres sílabas escritas en sendos post-it pegados a la mesa. Fue lo único que encontré de ella al volver del trabajo. Pero quizá lo más doloroso fue, conociendo su afición por los juegos de palabras y palíndromos, haber captado inmediatamente el mensaje leído de atrás para adelante.


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Con este soplo tuve el placer de colaborar en el Vendaval de microrrelatos de este año. Un evento muy divertido y emocionante, como siempre. Échale un vistazo que quedó muy guapo.

Bohemio desahuciado

El bohemio ahuecaba la almohada con ahínco y vehemencia. Estaba exhausto, pero el sueño se había ahuyentado. Ahogado en alcohol, se sentía malhumorado; como un rehén de ese ahí y ese ahora tan inhóspitos. Anhelaba deshacerse de la barahúnda de cohibiciones e inhibiciones que llevaba adheridas desde la prehistoria.

Sintiéndose desahuciado, entre agitadas inhalaciones y exhalaciones comenzó a enhebrar exhaustivamente la retahíla de opciones: ¿Me ahorco? No, la soga se puede deshilachar, qué deshonra. ¿Me ahogo en la bahía? Ahora no, después del deshielo. ¿Morir ahumado? Me rehúso, quién deshollinará después.

Las ideas coherentes le rehuían, se sabía inhábil para exhortarse a sí mismo a exhalar su último suspiro y ser inhumado. De pronto un búho ululó desde la buhardilla y voló cual exhalación: un cohete con plumas. El bohemio dio un respingo y entendió que no debía seguir ahondando en sus penas. Cerró los ojos y visualizó al búho aprehendiendo su tristeza como haría un malhechor con alhajas prohibidas, desvaneciéndose con ella como el vaho de los vehículos, ahorrándole vahídos y desheredándolo de llantos.

Se dio la enhorabuena y se levantó. Como prueba fehaciente de su rehabilitación comió zanahorias con mahonesa de albahaca y cacahuetes. Y al oler el azahar y el alhelí, se sintió por fin cohesionado de nuevo con la vida.

Tu ausencia


Finalmente he comprendido que no puedo vivir sin tu ausencia.




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Publico esta entrada un día antes de cumplirse seis meses desde mi anterior publicación. No estaba muerto, estaba de parranda. O de papanda, más bien.