El decano de cano pelo

Un decano de cano pelo recordaba cosas de cada década vivida.

De niño un día dijo: "Me defino de fino oído y declaro, de claro entendimiento, que entre las clases, por las de canto me decanto. Quiero ser un cantante de coro con decoro".

Su padre, que era un desastre de sastre, comenzó a deliberar antes de liberar su respuesta desde debajo de un sombrero de bajo precio. "Yo quiero que practiques un deporte de porte" contestó. "Pero antes de hacer debates de bates y pelotas, deberíamos de parar y ver qué te va a deparar el futuro".

El niño, que tenía más de dos dedos de frente, respondió: "Tranquilo, la escuela no degrado, de grado pasaré como siempre, y así mi educación no se deforma, de forma que todo irá bien"

Pero no tenía talento, y bajo gran cantidad de presión le dio depresión. Ya adolescente pensó: "O cambio de rumbo o me derrumbo". Le pidió a su madre aprender a tocar toda clase de liras. "Deliras" respondió la madre. "Igual que mis delirios de lirios en flor cuando tenía tu edad. No te hagas de rogar y empieza a derogar tus deseos. Es hora de tallar tu futuro y detallar tus estudios. ¿Quieres ser dentista?". "No" dijo el chico. "No quiero saber nada de muelas. No demuelas mi vida con eso".

Estudió entonces ciencias políticas en la universidad, donde nunca quiso ser parte del imitado estilo delimitado por otros. Si sus compañeros lo invitaban a ir de rumba "Eso me derrumba" era su respuesta.

Tras graduarse se sentía en una isla desierta de cierta soledad. Vivía una vida carente de sazón y la desazón se apoderó de él. Decidió entonces dejar de depender de otros y de pender de un hilo, fundó un partido y se lanzó para presidente.

Su discurso era: "Este país depuro, de puro corazón os lo digo. No pararé de mandar y voy a  demandar mejoras para todos". Pero había otros hambrientos de cima, y por una décima perdió las elecciones.

Tras la derrota, de rota su alma dolía. Renunció, y delante del antes respetado retrato suyo, dijo a sus compañeros de partido tras todo lo departido: "Dejo de debatir y de batir desavenencias. Vuestra conciencia de lata os delata, y la mía de roca nadie derroca. Como antiguo delegado os dejo de legado flores en forma de ramo, pero lágrimas no derramo".

Ahora, jubilado y de mente nada demente, disfruta decenas de cenas solitarias, esperando su defunción.

O su fin de función, como dice él.

2 comentarios:

Peque dijo...

Currao currao. Mucho sentido.

Roberto dijo...

Takk!

Y eso que no depuré la parte del kilo de puré de papas, ni dejo que el prota se derrita al hablar de rita :-)