Vivió varios meses atormentada por el duendecillo que cada noche se colaba en su habitación y le pintaba algunas canas nuevas mientras dormía. Hasta el día que le regalaron un gato por su cumpleaños: la mañana siguiente a su llegada el minino amaneció relamiéndose los bigotes manchados de pintura blanca.
9 comentarios:
Presento mis respetos.
Un saludo desde España.
Roberto, no hay mejor solución para los duendecillos que un gato.
Buena elección. Un saludo.
Y dos días después lo tuvo que llevar al veterinario por adicción a la pintura. Me gustó.
jeje si es que los gatos son peligrosos, hasta para los duentes. Con tu permiso voy a dar una vueltecita por aquí
Saludillos
Muchas gracias, amigo conocimiento. Sé bienvenido.
Saludos desde Noruega.
Así es Nicolás. Ahora sabemos el porqué de la mascota de Gargamel :-)
Un placer tenerte por aquí.
Montse, ¡no veas lo que costó desengancharlo! Pero valió la pena.
Gracias, y bienvenida por estos lares.
Sí, Puck, pero puedes pasear tranquila que a este no le gustan las ranitas de jardín :-)
Quédate cuanto gustes.
Un entrada interesante, un blog interesante, amigo, voy a quedarme como seguidor, si me permites.
Un abrazo.
Humberto.
www.humbertodib.blogspot.com
Gracias, Humberto.
Bienvenido, vuelve cuando quieras.
Y a partir de aquel día no envejeció... Muy bueno Roberto. Un abrazo blanco.
Gracias, Rela. Me encanta que le hayas agregado una nueva dimensión al relato. Yo no había pensado en que el envejecimiento se detuviera, pero es algo perfectamente posible en un mundo donde un duendecillo puede visitarte con un pote de pintura en la mano :-)
Abrazos eternamente jóvenes ;-)
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